Golpe silencioso al mostrador: las agencias de lotería sienten el avance del juego online y celebran el freno a los menores

El avance del juego online reconfiguró en pocos años un negocio histórico y de fuerte arraigo barrial: las agencias de lotería. En paralelo, encendió alarmas por el impacto social y sanitario de una práctica que se expandió con velocidad, especialmente entre los más jóvenes. En ese contexto, el gobierno bonaerense dio un paso clave al anunciar controles más estrictos para impedir el acceso de menores a las plataformas digitales.

El ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, Carlos Bianco, confirmó que todas las plataformas de juego online habilitadas deberán implementar, en un plazo máximo de 60 días, sistemas de identificación biométrica y verificación de identidad. La medida apunta a garantizar que quienes ingresen sean efectivamente mayores de edad y a frenar una problemática que preocupa por su crecimiento silencioso.

“Establecimos la obligatoriedad de que el ingreso a los sitios de juego online habilitados sea con datos biométricos y fe de vida, para garantizar que no haya ningún menor. Esto debe implementarse en todas las licenciatarias en los próximos 60 días”, explicó Bianco, al advertir que muchos adolescentes acceden utilizando datos de adultos.

Desde REPORTERO se recogieron testimonios de agencieros de Junín que, con años de trayectoria, describen cómo el fenómeno digital impactó en su actividad cotidiana.

Patricio Gavilán, cotitular de una agencia ubicada en el barrio Villa Belgrano, reconoció que el juego online “perjudicó” al sistema tradicional, aunque hizo una distinción importante. “La gente juega desde su casa, esa comodidad es innegable. Algunas agencias cerraron, pero no necesariamente por falta de movimiento, sino por cómo se administran. Movimiento siempre hay”, señaló.

Gavilán remarcó además un cambio marcado en el perfil del apostador. “En las agencias apuesta mayormente gente grande, con un promedio de edad cercano a los 70 años. La quiniela es un juego antiguo, muy difícil que los chicos jóvenes vengan a jugar acá. En cambio, el cobro seguro y la confianza siguen siendo puntos fuertes para nosotros”, afirmó.

En la misma línea se expresó Ricardo Vitar, otro agenciero reconocido de la ciudad. “El juego online es claramente para los más jóvenes. Los que peinan canas siguen viniendo de manera tradicional. A mi agencia, por ejemplo, gente menor de 30 años no asiste. Hoy esa franja etaria directamente no conoce la quiniela”, sostuvo.

Vitar fue más allá y vinculó el crecimiento del juego digital con el escenario posterior a la pandemia. “Se transformó en un boom. Con un QR o una transferencia cualquiera accede a un juego online. Y hay menores que se registran con documentos de sus padres o a través de otras plataformas”, advirtió.

También apuntó al rol de la difusión masiva: “Los medios le dan mucho espacio a estas plataformas, sobre todo a las apuestas deportivas. Todo cambió. El sistema hoy es otro y la situación económica influye: la gente prioriza y busca premios grandes”.

En este contexto, los sorteos tradicionales también muestran señales de desgaste. Según Vitar, el Gordo de Navidad mantiene un público fiel, pero reducido. “En diciembre se juega un poco más, pero no demasiado. Hay quienes buscan el billete ganador por tradición, aunque ya no se publicita como antes. Es la misma gente de siempre”, explicó.

Gavilán precisó que el sorteo del Gordo de Navidad se realizará el 26 de diciembre, con un premio mayor de 800 millones de pesos. El entero cuesta 50 mil pesos y las fracciones 5 mil, con múltiples variantes para acceder a premios menores.

La decisión de la Provincia de exigir controles biométricos marca un punto de inflexión. No solo busca proteger a los menores, sino también ordenar un mercado que creció más rápido que su regulación, dejando consecuencias visibles en la salud y en la economía cotidiana.

Opinión pública

El desafío ya no es tecnológico, sino social. Regular el juego online no implica demonizarlo, sino asumir que sin controles firmes el costo lo pagan los más vulnerables. En ese equilibrio, las agencias tradicionales —con reglas claras y presencia territorial— siguen cumpliendo un rol que el Estado no debería subestimar.

Redacción del Diario REPORTERO